CASABLANCA, Marruecos—Este es un país abrumadoramente musulmán, pero uno no lo sabría si se juzga por los festivales de música.
El festival de Casablanca torna la capital comercial del país en un Woodstock urbano, con muchedumbres de jóvenes atestando las calles bordeadas por mezquitas y celebrando al ritmo del hip-hop, el rock, el pop y la música árabe. Se estima que 2 millones de personas asisten a conciertos gratis en al menos 10 localidades, muchas de ellas tomando fotos con sus teléfonos celulares.
Y el de Casablanca es apenas uno de 400 festivales anuales patrocinados por las autoridades en todo el país, sin contar competencias deportivas, de baile y canto organizadas en playas populares cada verano.
La promoción de la cultura y el placer por el moderado gobierno de Marruecos tiene un tono político. Los poderosos grupos islamistas del país la denuncian como una forma de apartar a la juventud de los valores islámicos tradicionales, y algunos funcionarios del gobierno admiten que el objetivo es promover los valores liberales que desean que la sociedad adopte en lugar del islamismo radical.
La mayoría de los jóvenes no lo ven así. Ellos simplemente disfrutan de la música y la oportunidad de fiestear en este país de 34 millones de habitantes en el que el desempleo es especialmente alto entre los adultos jóvenes y donde los padres usualmente
mantienen un estrecho control de sus hijos.
"Me gustan estos conciertos ... los artistas son un ejemplo a seguir para los jóvenes", Fadoua Hakki, de 19 años, en un concierto de hip-hop en Casablanca. Oumaima, de 17, elogió los "grandes avances" conseguidos por la nueva generación de raperos marroquíes. "Ellos son muy buenos, y expresan nuestras preocupaciones", dijo la joven.
Las calles están llenas de adolescentes vestidos a la moda occidental y bailando el Tecktonik, el último grito en Europa, en contraste claro con la condiciones casi medievales de vida en las zonas rurales marroquíes y los vastos barrios miseria que rodean Casablanca, que se han convertido en el vivero del islamismo.
Esos festivales no sucederían jamás en estados más rigurosamente musulmanes, en los que la mezcla de muchachos y muchachas, la venta libre de licores e incluso bailar en público están prohibidos. Pero Marruecos, un importante destino turístico, se enorgullece de una diversidad cultural que permite que chicas escasamente vestidas asistan a conciertos hombro a hombro con mujeres luciendo velos islámicos.
Entre los artistas en Casablanca este año estaban estrellas internacionales del reggae y el hip-hop. El festival anual de música mística de Gnaoua en la ciudad balneario de Essaouira atrae a importantes músicos de rock y jazz, y en Rabat, la capital, la edición de este año del festival de música de Mawazine incluyó a Whitney Houston, el jazzista George Benson y el DJ francés David Vendetta.
Mawazine se celebra a muy poca distancia del palacio del rey Mohammed VI y bajo su patrocinio directo.
Los organizadores dicen que traer figuras internacionales importantes a los festivales refleja la tradición de Marruecos de mezclar culturas y gentes de Europa y Africa.
"Esa apertura solamente puede continuar si estamos expuestos a culturas del resto del mundo", dijo Ahmed Ammor, jefe del comité organizador del festival de Casablanca. "Es parte del proyecto del rey para la sociedad, es por ello que uno ve un festival en casi todas las ciudades".
Con un presupuesto de unos 3,18 millones de dólares, el festival de Ammor sigue siendo el más grande. Al igual que muchos eventos oficiales en Marruecos, la mitad de los fondos provienen del estado y la otra mitad de grandes compañías cercanas al gobierno. Ammor trabaja sin paga, y el resto del tiempo lo dedica a presidir una subsidiaria de la aerolínea nacional Royal Air Maroc.
Al igual que en otros eventos públicos en Marruecos, la presencia policial en los festivales es abundante. Los organizadores dicen que el desorden es raro, y hacen notar que los padres a menudo asisten con sus hijos y se los llevan a casa.
Pero muchos tienen problemas con toda esa juerga. Algunos críticos dicen que financiar los contratos de los artistas le cuesta al estado una fortuna. Otros deploran la importación de música occidental como rap, que acusan de corromper a la juventud marroquí. Otros añaden que los grandes festivales primaverales interfieren con el período de exámenes escolares.
"Existen muchos festivales en Marruecos ... en cuanto termina uno, comienza el otro: No es por nada que la juventud de hoy no lee", dijo Zine Eddine Bekkal, un tendero de Casablanca.
Los críticos más persistentes usualmente están afiliados con los islamistas, que tienen una creciente influencia en Marrueco. La brecha entre los marroquíes bien educados, ricos y occidentalizados y la vasta mayoría de la empobrecida población ha estado aumentando.
"Nosotros estamos contra el libertinaje observado durante estos festivales", dijo el líder del mayor grupo islamista autorizado en el país, el Partido de Justicia y Desarrollo, Abdelila Benkirane, en un programa de la televisión estatal. "¿Han visto a los grupos que invitan? ¿Las mujeres apenas vestidas?", dijo, de acuerdo con el semanario liberal TelQuel.
Grupos islamistas más extremos, como el semilegal Justicia y Caridad—considerado el mayor del país—ven más que mala moralidad en las fiestas.
"No sólo es inmoral, es cínico", dijo Nadia Yassine, vocera del movimiento e hija de su fundador, el jeque Yassine.
"Es como la Roma antigua, pan y circo para mantener felices a las masas", dijo y acusó al gobierno de tratar de desviar la atención pública de los problemas perennes de Marruecos, tales como desempleo, pobreza y corrupción.
Funcionarios del gobierno dicen que el esfuerzo cultural es parte de un plan más amplio para mejorar la educación pública y construir nueva infraestructura en las zonas más pobres.
Pero también admiten cautelosamente que están librando una batalla por los corazones y mentes de la juventud.
Un alto funcionario del Ministerio del Interior, que no dio su nombre, recordó cómo algunos islamistas comenzaron a hablar en contra de las playas públicas. Grupos comenzaron a caminar por las playas, para predicar por más moral y menos bikinis, o el establecimiento de áreas segregadas.
"Nadie quiere ser molestado en la playa, así que mucha gente dejó de ir", dijo.
Agrega que la reacción del gobierno fue promover deportes y actividades de entretenimiento, además de concursos de canto y baile en las playas durante el verano.
"Por supuesto, esto le molesta a los 'barbudos'", bromeó el funcionario, usando un término ligeramente despectivo usado para referirse a los islamistas.
Ammor, el organizador del festival de Casablanca, dijo que el gobierno tiene la misión de hacer de Marruecos un lugar en el que las culturas árabe y occidentales puedan mezclarse, en lugar de enfrentarse.
"La gente lo llama un choque de civilizaciones", dijo. "Yo pienso que es un choque de ignorancia".
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Hassan Alaoui, de la Associated Press, contribuyó a este reportaje.CASABLANCA, Marruecos—Este es un país abrumadoramente musulmán, pero uno no lo sabría si se juzga por los festivales de música.
El festival de Casablanca torna la capital comercial del país en un Woodstock urbano, con muchedumbres de jóvenes atestando las calles bordeadas por mezquitas y celebrando al ritmo del hip-hop, el rock, el pop y la música árabe. Se estima que 2 millones de personas asisten a conciertos gratis en al menos 10 localidades, muchas de ellas tomando fotos con sus teléfonos celulares.
Y el de Casablanca es apenas uno de 400 festivales anuales patrocinados por las autoridades en todo el país, sin contar competencias deportivas, de baile y canto organizadas en playas populares cada verano.
La promoción de la cultura y el placer por el moderado gobierno de Marruecos tiene un tono político. Los poderosos grupos islamistas del país la denuncian como una forma de apartar a la juventud de los valores islámicos tradicionales, y algunos funcionarios del gobierno admiten que el objetivo es promover los valores liberales que desean que la sociedad adopte en lugar del islamismo radical.
La mayoría de los jóvenes no lo ven así. Ellos simplemente disfrutan de la música y la oportunidad de fiestear en este país de 34 millones de habitantes en el que el desempleo es especialmente alto entre los adultos jóvenes y donde los padres usualmente
mantienen un estrecho control de sus hijos.
"Me gustan estos conciertos ... los artistas son un ejemplo a seguir para los jóvenes", Fadoua Hakki, de 19 años, en un concierto de hip-hop en Casablanca. Oumaima, de 17, elogió los "grandes avances" conseguidos por la nueva generación de raperos marroquíes. "Ellos son muy buenos, y expresan nuestras preocupaciones", dijo la joven.
Las calles están llenas de adolescentes vestidos a la moda occidental y bailando el Tecktonik, el último grito en Europa, en contraste claro con la condiciones casi medievales de vida en las zonas rurales marroquíes y los vastos barrios miseria que rodean Casablanca, que se han convertido en el vivero del islamismo.
Esos festivales no sucederían jamás en estados más rigurosamente musulmanes, en los que la mezcla de muchachos y muchachas, la venta libre de licores e incluso bailar en público están prohibidos. Pero Marruecos, un importante destino turístico, se enorgullece de una diversidad cultural que permite que chicas escasamente vestidas asistan a conciertos hombro a hombro con mujeres luciendo velos islámicos.
Entre los artistas en Casablanca este año estaban estrellas internacionales del reggae y el hip-hop. El festival anual de música mística de Gnaoua en la ciudad balneario de Essaouira atrae a importantes músicos de rock y jazz, y en Rabat, la capital, la edición de este año del festival de música de Mawazine incluyó a Whitney Houston, el jazzista George Benson y el DJ francés David Vendetta.
Mawazine se celebra a muy poca distancia del palacio del rey Mohammed VI y bajo su patrocinio directo.
Los organizadores dicen que traer figuras internacionales importantes a los festivales refleja la tradición de Marruecos de mezclar culturas y gentes de Europa y Africa.
"Esa apertura solamente puede continuar si estamos expuestos a culturas del resto del mundo", dijo Ahmed Ammor, jefe del comité organizador del festival de Casablanca. "Es parte del proyecto del rey para la sociedad, es por ello que uno ve un festival en casi todas las ciudades".
Con un presupuesto de unos 3,18 millones de dólares, el festival de Ammor sigue siendo el más grande. Al igual que muchos eventos oficiales en Marruecos, la mitad de los fondos provienen del estado y la otra mitad de grandes compañías cercanas al gobierno. Ammor trabaja sin paga, y el resto del tiempo lo dedica a presidir una subsidiaria de la aerolínea nacional Royal Air Maroc.
Al igual que en otros eventos públicos en Marruecos, la presencia policial en los festivales es abundante. Los organizadores dicen que el desorden es raro, y hacen notar que los padres a menudo asisten con sus hijos y se los llevan a casa.
Pero muchos tienen problemas con toda esa juerga. Algunos críticos dicen que financiar los contratos de los artistas le cuesta al estado una fortuna. Otros deploran la importación de música occidental como rap, que acusan de corromper a la juventud marroquí. Otros añaden que los grandes festivales primaverales interfieren con el período de exámenes escolares.
"Existen muchos festivales en Marruecos ... en cuanto termina uno, comienza el otro: No es por nada que la juventud de hoy no lee", dijo Zine Eddine Bekkal, un tendero de Casablanca.
Los críticos más persistentes usualmente están afiliados con los islamistas, que tienen una creciente influencia en Marrueco. La brecha entre los marroquíes bien educados, ricos y occidentalizados y la vasta mayoría de la empobrecida población ha estado aumentando.
"Nosotros estamos contra el libertinaje observado durante estos festivales", dijo el líder del mayor grupo islamista autorizado en el país, el Partido de Justicia y Desarrollo, Abdelila Benkirane, en un programa de la televisión estatal. "¿Han visto a los grupos que invitan? ¿Las mujeres apenas vestidas?", dijo, de acuerdo con el semanario liberal TelQuel.
Grupos islamistas más extremos, como el semilegal Justicia y Caridad—considerado el mayor del país—ven más que mala moralidad en las fiestas.
"No sólo es inmoral, es cínico", dijo Nadia Yassine, vocera del movimiento e hija de su fundador, el jeque Yassine.
"Es como la Roma antigua, pan y circo para mantener felices a las masas", dijo y acusó al gobierno de tratar de desviar la atención pública de los problemas perennes de Marruecos, tales como desempleo, pobreza y corrupción.
Funcionarios del gobierno dicen que el esfuerzo cultural es parte de un plan más amplio para mejorar la educación pública y construir nueva infraestructura en las zonas más pobres.
Pero también admiten cautelosamente que están librando una batalla por los corazones y mentes de la juventud.
Un alto funcionario del Ministerio del Interior, que no dio su nombre, recordó cómo algunos islamistas comenzaron a hablar en contra de las playas públicas. Grupos comenzaron a caminar por las playas, para predicar por más moral y menos bikinis, o el establecimiento de áreas segregadas.
"Nadie quiere ser molestado en la playa, así que mucha gente dejó de ir", dijo.
Agrega que la reacción del gobierno fue promover deportes y actividades de entretenimiento, además de concursos de canto y baile en las playas durante el verano.
"Por supuesto, esto le molesta a los 'barbudos'", bromeó el funcionario, usando un término ligeramente despectivo usado para referirse a los islamistas.
Ammor, el organizador del festival de Casablanca, dijo que el gobierno tiene la misión de hacer de Marruecos un lugar en el que las culturas árabe y occidentales puedan mezclarse, en lugar de enfrentarse.
"La gente lo llama un choque de civilizaciones", dijo. "Yo pienso que es un choque de ignorancia".
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Hassan Alaoui, de la Associated Press, contribuyó a este reportaje.